martes, 29 de marzo de 2011

Marchando una de pichigüilis

 Amigüitos, hoy os voy a hablar del noble arte del pichigüili. Para los no versados en el tema, os explico: los pichigüilis son productos/artilugios/gilichorradas/cosas que nos regalan los laboratorios para publicitar un fármaco. En menos de un año de residencia he acumulado una buena bolsa de ellos, en parte porque cuando veo muchos juntos -véase en un congreso- se me activa el modo urraca ("uuuh, pero si brillaaaa!") o el modo señora de mi pueblo ("pa la saca, pa algo es gratis"), y en parte también porque a los psiquiatras y quasipsiquiatras nos tienen algo mimaetes (para qué negarlo, tendrán futuro con nosotros para siempre de los jamases). El apasionante mundo del pichigüili, por desgracia, también se ve afectado por la crisis, lo que hace por un lado que los regalos sean más pencorrillos (chanos, chorras, baratejos) y, por otro, que los publicistas se estrujen sus publicitarias mentes buscando la forma de ofrecernos un pichigüili barato pero ingenioso.

 Y para muestra de tanta pichigüilería, unas foticos explicativas de parte de mi (extensa) colección:


 Bolis varios, algunos más cucos que otros. Regalo simple pero importante, ya que se suelen perder una media de 1.62 bolígrafos por guardia (he hecho cálculos estadísticos)

 Lápiz tamaño king size. Una cosa utilísima, por supuesto.

 Lápiz deformable rosa purpurina. Más útil que el anterior, si cabe

 Libretas varias




 Artículos varios de papelería: post-its sonrientes de antipsicóticos, clips, tinta para el sello, set de celo y subrayadores

 Supuestamente una cosa para limpiar la pantalla del móvil. Digo supuestamente porque lo que es al mío lo deja más sucio de lo que ya está

 Toallitas limpiadoras. Una forma sutil de llamarnos guarretes.

 Un candado con combinación para cerrar esa taquilla que no tengo.


 Libros varios

 Toallitas "revitalizantes" instantáneas (esta vez para decirnos de manera sutil que tenemos más mala cara que un perro sarnoso y anoréxico)


 Este sí que es un pichigüili cool: un pen que metes en el ordenador (o donde quieras, vaya, cada uno es libre de hacer lo que quiera con sus penes) y usas el otro cacharrito para pasar las diapositivas de una presentación cantichupi que hayas hecho. Creo que también es un puntero láser que, como te descuides, te corrige el astigmatismo y la miopía en 0.2 segs.

 El pen-brochita. Mu cuco él.

 Maletín para el portátil. Discreto, discretísimo.

 Este me encanta. Lo ves y dices: "¿Un CD? Jo, qué rollo", entonces lo abres y...
 ¡Alehop! No es un CD sino un calendario. Buen uso que les han dado los de los laboratorios a las viejas carátulas de CDs comprados en el top manta (véase Máquina Total 5, Ibiza Mix o el último de Camela) que andaban muertas de risa por sus casas.

 Colgadores para la identificación. Algunos más discretitos que otros (pero con el de la izquierda no te pierdes por los pasillos oscuros, fijo).

 Y por último (pero no peor): ¡el mega-supositorio! (sí, en realidad es una mega-cápsula, pero lo de supositorio mola más) de una marca de antidepresivos. Algo así como "Métase su depresión por ande le quepa". (Nota aclaratoria: es un subrayador)

 Tengo más, pero si me lío a retratar todos hago un álbum que ni el de las fotos de comunión de mis hermanos y mía juntas. 


 Besiños, abrazos, palmaditas en el culo y hasta la próxima ;)

lunes, 21 de marzo de 2011

Comenzando a empatizar

- Ya ha llegado el primer nuevo, ¿lo ves tú, no?
- Claro.
(...)
- ¿Fulanito de tal?
- Sí, soy yo. Buenos días.
- Buenos días. Pase, siéntese. ¿Es la primera vez que viene?
- Sí...
- Ajá. Fulanito, en primer lugar lo que voy a hacer es presentarnos. Mi nombre es blablabla y soy blablabla, y mi compañera es blablabla, blabla. 
- Encantado.
- Voy a hacerle unas preguntas así más generales y luego nos centramos en el motivo por el que viene, ¿le parece?
- Sí, claro.
- ¿Es alérgico a algún medicamento? ¿Padece de alguna enfermedad del cuerpo: tensión, azúcar...? ¿Hay o ha habido alguien en su familia que padezca "de nervios"?
- Blablabla, blabla, bla.
- Ajá. Muy bien. Bueno, Fulanito, pues cuéntenos.

 Y Fulanito nos cuenta, nos relata qué le pasa o qué piensa que le pasa para que su médico/su familia/su entorno le haya remitido a Salud Mental. A veces Fulanito no cuenta nada, bien porque no sabe el por qué está ahí, bien porque se niega a hablar, y es su acompañante el que nos cuenta. Asentimos con la cabeza, hacemos alguna pregunta, volvemos a asentir, escuchamos y observamos. Pasado un rato (cuando Fulanito ha acabado o a nosotros se nos ha acabado el tiempo disponible), intervenimos, explicamos, aclaramos, planteamos tratamiento y nueva cita en 4 semanas/3 meses/1 año.
 Cojo la hoja de primera entrevista y comienzo a escribir: motivo de consulta, antecedentes, enfermedad actual... y llego a la parte de exploración psicopatológica. Hasta hace poco -y todavía- me era muy difícil plasmar en la exploración lo que había visto en el paciente. Ahora ya menos, como ocurre con la exploración física o la neurológica, la psicopatológica acaba por ser muy sistemática y aprendes a hacerla de carrerilla: consciencia, orientación, atención, funciones superiores (memoria, inteligencia...), aspecto general, lenguaje, pensamiento, ánimo, psicomotricidad, sensopercepción, instintos básicos. Escribo, me quedo pensando, vuelvo a escribir. Juicio clínico y orientación. Se lo enseño a mi adjunta, me corrige lo necesario, comentamos un poco, cierro la carpeta y ya está. ¿Ya está? No.

 En Medicina en general tenemos el problema de tender a deshumanizar al paciente, y en lugar de ver al mismo vemos una rodilla, un hígado, un corazón... llegando incluso a referirnos a dicho paciente por el nombre del susodicho órgano ("...voy tirando pa la consulta que tengo 2 rodillas y un dolor abdominal que dar de alta"). Esto, evidentemente, no queda bonito, pero por desgracia es frecuente. A mi es algo que nunca me ha gustado, e intento evitarlo en la medida de lo posible (repito: en la medida de lo posible; cuando te llega a las 3 a.m. un paciente porque le duele el brazo desde hace 2 meses y no se ha tomado ni un triste ibuprofeno, es inevitable que te entren ganas de llamarle otras cosas en lugar de "el brazo"). En este enlace
podéis leer un claro ejemplo de a qué me refiero. Si en ninguna especialidad, repito: ninguna (hoy estoy reiterativa), es aceptable que hagamos esto, de lógica sabréis/supondréis, darlings míos, que en Psiquiatría esta actitud sea aún más reprobable. Nuestro "órgano" es la mente del sujeto; así, cogemos dicho órgano y lo diseccionamos, hacemos cachitos, analizamos cada cachito para ver si está más o menos sano y volvemos a unirlos. Ahora tenemos al paciente completo, vale. Número de historia X, orientación diagnóstica Y, tratamiento Z. ¿Y ya está? Pues otra vez: no.

  Paciente completo, de acuerdo, pero... ¿y Fulanito? Fulanito no es un páncreas inflamado, no es una rodilla artrósica, ni tampoco es una fase depresiva de un trastorno bipolar. Fulanito es una persona, con su familia, sus amigos, su trabajo, su vida. No nos vale con analizarlo, con quedarnos con el paciente, con "el enfermo". Tenemos que saber mirar más allá de él o, más bien, desde él mismo. A esto es lo que se llama empatía y, si en cualquier ámbito de la vida o en cualquier área de la Medicina la empatía es importante, imaginaos en Psiquiatría. Yo voy a ser sincera, para algo os habeis tragado este par de parrafacos que lleváis leídos: en mi vida profesional, he empezado a sentir esa empatía hace poco. Ya desde la primera guardia tuve que presenciar alguna que otra sujeción mecánica, y eso, siendo sincera: ni fu, ni fa. Sin embargo, en mi última guardia, fue distinto. No vi a un paciente agitado al que había que sujetar para evitar que se hiciera daño o se lo hiciera a los demás. Vi a un chaval, de más o menos mi edad, que probablemente no era consciente de qué le pasaba ni de qué estaba ocurriendo, rodeado por 5-6 personas que lo llevaban hasta una cama y le ponían unas correas inmovilizándolo. Y se me removió algo por dentro. A partir de ahí, si bien no se me ha removido algo por dentro, sí que he sido más consciente de lo que, mejor dicho: de a quien tenía delante. Sé que la empatía puede volverse en mi contra y que, en esta especialidad, debemos poner límites ya que el paciente muchas veces no los pone. Pero desde entonces, cada paciente que he visto, cada "rodilla" que he mandado a poner un enantyum i.m. y ha vuelto "desdolorida" y dándome las gracias, cada abuelito que me ha sonreído resignado cuando le he comunicado que tenía que ingresar, me ha hecho crecer y aprender un poquito. Por eso, mi consejo a todo el que lea esto, sea médico o no, es que se ponga siempre en el lugar del otro. Y esto es aplicable en cualquier situación y/o acto, ya sea clínico, lúdico o erótico-festivo (tenía que quitarle dramatismo al asunto... lo siento, soy así de payasa).

 Para terminar, y por pedante/pomposo que suene, me quedo con la frase que me dijo un adjunto de Medicina Intensiva un día que bajé a la UCI durante mi primer rotatorio, el de Neurología. Me vio callada, ahí, detrás de mi adjunta, mirando todos los tubos y máquinas que camuflaban al paciente, y preguntó si era la nueva residente de Neurología. Mi adjunta le dijo que no, que de Psiquiatría, a lo que él respondió, sonriendo: "Cierto... Tienes cara de médico del alma".

sábado, 19 de marzo de 2011

Introducción y vocabulario

(así, en plan lección de inglés de academia Opening)


 Antes de comenzar con entradas "en serio", voy a hablaros un poquito de mi (muy poquito; las historias maravillosas tenebroso-erótico-festivas de mi vida tendrán entradas aparte) y, sobre todo, aclarar un poco varios términos que usaré a menudo y que puede que algunos no conozcáis. Dicho esto, comienzo:

 Estooo... eehh... Me llamo Loli y llevo -miro el reloj- once horas sin beber (ahora es cuando todos decís: "Enhorabuena y bienvenida, Loli"). Nah, fuera de coñas (tenéis que ir acostumbrándoos, soy un festival del humor) vamos a ello: me llamo Loli (Lola, Mari Loli, Dolores, María Dolores), tengo 25 años y soy M.I.R. de Psiquiatría. ¿Que qué es eso del MIR? Pues pa eso os he puesto un enlace, cuajones. Ahora mismo soy R1, es decir: residente de primer año. ¿Que por qué Psiquiatría? Pues no tiene mucha historia: con 16-17 años me empezó a llamar la atención dicha materia, no sé a raíz de qué, cómo ni cuándo, sólo sé que me empezó a gustar. Entré en la carrera de Medicina con la idea de hacer esta especialidad, pero durante esos 6 años empezaron a gustarme otras, en realidad un poco de todo, por ello una vez hecho el examen M.I.R. fui a varios hospitales para informarme sobre la residencia de Medicina Interna. Tenía prácticamente decidido escoger esta especialidad cuando, un par de días antes de la elección de plaza, se abrieron las nubes, sonó el Aleluya, un rayo de luz divina iluminó mi mente y me dije que qué c*j*nes hacía yo pensándome nada, que siempre he querido ser psiquiatra y psiquiatra seré (espero). Y nada, cogí mi plaza y en ésas ando, currando/aprendiendo/estudiando a veces para conseguir mi propósito y dominar el mundo convertirme en una buena profesional.
 Total, que recapitulemos y vayamos añadiendo vocablos:

- MIR
- R1, R2... así hasta R5 (aunque mi especialidad es de 4 años).
- Adjunto: es el médico que tiene ya hecha la especialidad.
- Guardias de puerta: son guardias de Urgencias Generales. En mi hospital, los residentes de todas las especialidades pasamos por la puerta, ya sea durante unos meses o durante unos años. En mi caso, tengo que hacer un año y medio de guardias de puerta. Por ahora hago 3 de éstas y 2 propias de especialidad al mes; cuando lleguen los Rs nuevos por mayo-junio (¡oh, ansiado momento!) pasaré a hacer 4 de especialidad y sólo una de puerta. No sé si tengo que aclarar que las guardias de puerta son bastante más quemantes y duras (bueno, lo de duras depende, pero sí que desgastan mucho más). La duración de una guardia es de 17,5 horas en días laborables (de 15:00 a 8:30) y de 24 horas en fines de semana y festivos. El tema de las guardias y, más concretamente, de las Urgencias Generales de un hospital, da mucho que hablar, así que ya le dedicaré una entrada propia.
- Er Varme: el hospital dónde estoy formándome (o deformándome, teniendo en cuenta la comida que nos ponen). Hablando bien y con propiedad, es el Hospital Universitario de Nuestra Señora de Valme. Pero "er varme" es como lo llaman nuestros pacientes, los autóctonos. Y no vamos a llevarles la contraria. Er varme y su área merecen apartado de vocabulario aparte; así, en apenas un año de residencia he aprendido un dialecto nuevo con palabros como "engollipao", "fatiguilla", "estartao", etecé, así como todas las variantes posibles de nombres de fármacos y/o pruebas diagnósticas (burrufreno, paracelamor, abirifi, siprecha, lenzofalograma...).
- Luego, aparte del extenso y rico vocabulario varmero, veréis cómo frecuentemente haré uso de palabras extrañas inventadas o de extraño origen, véase cantenuli, cantiduvi, chachi pilongui, formaciones de verbos con todo lo posible (MIReando, puerteando, psicotizando, ...), y una mezcla de inglés andaluz-español de mediados del siglo XIX.

 Parrafada curiosa que he echado. Iros acostumbrando también. Escribido lo escrito, me despido hasta una próxima y, ya sí, maravillosofilosóficoexistencial de la muerte entrada en este mi new and flamante blog.

Besos, abrazos y palmaditas en el culo.


Foto: er Varme, en todo su esplendor



viernes, 18 de marzo de 2011

De biguinin

"Lo último que uno sabe es por dónde empezar"
Blaise Pascal


 Y en ésas me encuentro. ¿Por dónde empezar? ¿Me presento, hablo de mi, cuelgo una canción, escribo una pamplina? Como hoy no estoy muy egocéntrica y no me apetece hablar de mi (¿y lo dices el día que te da por escribir un blog? ¡anda y vete por ahí!), comenzaré explicando el por qué de hacer esto. Siempre me han gustado las palabras, las letras, el pensamiento escrito, hablar, hablar, hablar (hablar). A lo largo del día se me presentan muchas "cosas", las veo/escucho/leo/aprendo y, como sabréis los que me tenéis en el feisbu, tengo un nosequé con compartirlas tal y como mi mente las procesa (de ahí que a veces sea un tanto cafre/burra/pedante/moña). Y me apetecía hacerlo sin límite de caracteres. Tan simple como eso.


 Dicho esto, bienvenido sea todo el que lo lea a este mi humilde -y espero que chachi- blog.