sábado, 1 de junio de 2013

Marchando otra de pichigüilis


Hola, fanses y personas que por una mala jugada de Google han acabado leyendo esto. Después de varios meses sin escribir y ante la horda de admiradores que se reúnen cual PAH alrededor de mi bloque día sí y día también exigiendo que retome el blog, hoy por fin lo hago mostrándoos una nueva tanda de esos maravillosos regalos con los que nos agasajan los laboratorios farmacéuticos, los pichigüilis, sobre los que ya escribí una entrada hace un tiempo.

"Pero, ¡¿cómo?!"- exclamaréis atónitos algunos - "¿no nos vas a contar qué ha sido de tu vida estos meses de sequía escribiente? ¡Por favor, doctora, cuéntanos sobre tus andanzas y desventuras!". Bueno, si insistís (y si no también) haré un breve resumen antes de meterme de lleno en materia pichigüilística:
 1.- Continúo siendo MIR de Psiquiatría (concretamente y desde hace semana y pico, R4). Aclaro esto, aunque sé que como buenas mentes preclaras que sois habréis supuesto que en el caso de que no continuara haciendo la residencia habría cambiado el nombre del blog a "El blog de Kapowski a secas", en un alarde de originalidad e innovación.
 2.- Continúo sin carnet de conducir. Para qué voy a dejar sin carreras universitarias a los hijos de los dueños de Renfe y Tussam, digo yo. Si no me lo saco es porque soy un cacho pan y sólo pienso en el prójimo.
3.- Continúo enarbolando el desorden (físico, psíquico, lingüístico y alimentario) como bandera personal. Las buenas costumbres no hay que dejarlas.
4.- Continúo solter... ah, no, esto sí que ha cambiado. Después de que Meetic, Edarling y páginas por el estilo me negaran la suscripción alegando noséqué sobre delitos contra la Salud Pública, conocí a través de una amiga psicóloga al que a día de hoy es mi novio (y no, no era paciente de mi amiga... ni mío... ¿o sí?), con el que cualquier día de estos construiré una cabaña amish, para después casarnos por el rito gitano ortodoxo y tener de diez a trece churumbeles con los que montaremos un taller clandestino de zapatillas Yumas.

 Una vez satisfecha vuestra curiosidad y ansia de cotilleo kapowskil, nos trasladamos de nuevo al fantástico mundo del pichigüili. Comencemos...



... y lo hacemos con fuerza, eh? Unos mini altavoces estilo minimalista cortesía de Sycrest, ese antipsicótico que por lo que cuentan los pacientes tiene que saber como chupar una chapa de uralita. Menudo pichiliguazo, diréis. Pues lamento deciros que, como todo buen pichigüili, funcionan más mal que bien. Eso sí, siempre puedes borrar la publicidad del fármaco con un poco de tippex y pintar encima una manzana a medio morder para que parezca que te has gastado una pasturri en ellos.




  Continuamos con otro ejemplo de la incorporación del pichigüili al mundo de las nuevas tecnologías. Esta vez se trata de unos cascos, también cortesía de Sycrest, con los cuales puedes escuchar, o más bien hacer el intento, música satánica entre paciente y paciente en esas guardias tontorronas que coinciden con un Barça-Madrid o con los cuartos de final de Eurovisión.




  Proseguimos con un clásico: el lapicero. ¿Y qué tiene este de especial? Pues nada, aparte de ser feo de c*jones. La foto la tomé en un despacho del lugar en el que estoy rotando ahora, que yo soy una persona muy fina y elegante y jamás tendré semejante aberración adornando mi escritorio personal. Bastante adorno hacen ya las desmesuradas pelusas que rondan por mi habitación.



 Un reloj de pared, cortesía de Janssen y su ya famoso Xeplion (o, como lo llaman los pacientes, "Chipirón"). Nunca lo he visto funcionando, señal de que probablemente las pilas que tiene puestas también sean de publicidad de laboratorio.



 Subrayadores color naranja fosforito-perforador de retinas. Me planteo usarlos en lugar del chaleco reflectante y el triángulo cuando deba pararme en medio de la carretera con ese coche que no tengo (que conduciré con ese carnet que no me he sacado).



 El pichigüili por excelencia: el bolígrafo. Este como novedad tiene una punta suavita que sirve para escribir en la tablet o para darte gustirrinín detrás de las orejas. Cada uno usa su pichigüili como le parece.




 Una libretita moderna y colorida fruto de la imaginación de un diseñador gráfico hasta arriba de LSD y que en sus ratos libres también trabaja para Desigual. Tiene el tamaño perfecto para llevar en la bata e ir apuntando tareas pendientes o la lista de compra del Supersol.




 El clásico taco de post-it, esta vez encuadernado en una imitación de cuero para darle ese toque elegante y sobrio a tu despacho. Se aconseja situar de manera estratégica al lado del lapicero horrendo que os he mostrado antes para crear una composición visual digna de ser expuesta en el Museo Guggenheim.


 Y para terminar, y aunque no sea pichigüili, una foto que también tomé en mi lugar de trabajo de una botella cuya "mascota" fue creada de manera totalmente novedosa y sin cometer plagio alguno. Creo que el diseño es obra de Ana Rosa Quintana. Juzgad vosotros mismos:



 Y con esto me despido. Intentaré que no pase medio lustro entre una entrada y otra y poder deleitaros con mi prosa sublime algo más frecuentemente.

Besitos, abrazos y palmaditas en el culete.

1 comentario:

  1. Ya era hora de que actualizaras moza, ya se me había olvidado que tenías un blog jeje los pichigüilis están subiendo de nivel eh?

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