jueves, 13 de septiembre de 2012

Aquellos inolvidables años mozos III: cancionero odiado y (vergonzosamente) adorado

 Después de un par de entradas intensitas y coincidiendo con la feria de mi poblado, donde en las casetas gustan de motivar al personal a altas horas de la madrugada con combinaciones imposibles de hits del estilo "Puto" de Molotov, "Fiesta" de Raffaela Carrá o "El Venao" de... de... bueno, de los que cantaban "El Venao", por estas dos razones, venía diciendo, me apetecía escribir nuevamente sobre los éxitos musicales que fueron la banda sonora original de mis años mocitos. Como ya toqué la parte romanticona-pastelosa y la fiestera, hoy me centraré en los temas (qué digo temas, ¡temazos!) que acabé adorando/odiando gracias a mi padre, ya que, la práctica mayoría de ellos, los conozco gracias a él y a su (in)sana afición al cante. Mi señor padre y yo, a pesar de las diferencias físicas (digamos que él es congoleño y yo danesa), compartimos un defecto virtuoso, y es que los dos no cantamos peor porque ya sería delito. Y no es porque no nos guste o no le pongamos empeño, no, es que tenemos un tono y tipo de voz tales que el FBI se está planteando grabarnos y usar el material como método de tortura en Guantánamo, con ciertas objeciones por parecerles un método demasiado cruel. Tras esta breve sesión de crítica paternal y propia, procedo a regalaros los oídos con los susodichos temazos (subid el volumen de los altavoces, s'il vous plâit).


- "Cantinero de Cuba", de Sergio y Estíbaliz. Comienzo con la que, probablemente, es la canción que más odio en este mundo. ¿Qué por qué? Pues yo que sé, manías que tiene una. Como la de no gustarme el solomillo (buuuh, ¡odiadme!). Sin saber por qué, es oír esta canción y entrarme una bajona existencial de tres pares de narices. Como anécdota curiosa, os cuento que la primera vez que entré en una Unidad de Hospitalización de Salud Mental, allá por 3º de carrera, y mientras esperaba a la tutora de una asignatura para preguntarle unas dudas, vi a varios pacientes reunidos en una habitación, con una actitud y aspecto un tanto desesperenzadores (o será así en mi recuerdo), cantando esta canción. Y eso es algo.


- "Cristo de Palacagüina" de... no sé, lo pondrá ahí en el enlace. Para mi es de mi padre, por ser al único al que le he escuchado cantarla. Al contrario que la anterior y por las mismas misteriosas razones, esta canción me encanta. Bueno, vale, tanto como encantarme no (¡mentira, que te tocas cada vez que la escuchas!), pero sí que es ponerme a tararearla y me pongo de buen humor. Y eso que oyéndola de nuevo me he dado cuenta de que le cambio la letra como me da la real gana y que donde dice noséqué nombre propio yo canto "leche que mamó". A saber qué asociaciones mentales hereje-depravadas hago con el Cristo de Palacagüina (por cierto: ¿qué, cómo o dónde está Palacagüina?).


- "100% dream" (el disco entero). Vaaaale, esto no es algo que tararee o tararease mi padre (habría que verlo en modo pastillero-chill out). Este CD se lo regalé junto a mi hermana a mi hermano cuando todos éramos chiquininos (bueno, mi hermano ya era adolescento o algo así). Igual que me pasa con el dichoso "Cantinero de Cuba", es oír cualquiera de los tracks de este CD y ponerme mala. Más que depresión mayor con síntomas psicóticos, en este caso me entra una angustia que en caso de prolongarse puede llevarme a la autolesión (no exagero... bueno, un poco). Y con el paso del tiempo he descubierto algo más, y es que en general toda la música chill out tiene la capacidad de ponerme "mala de los nervios" que dirían los pacientes. Esto es: nerviosa, ansiosa, inquieta, estartaita. Sí, con la música chill out. Así soy yo. Hay que quererme.


- "Vals de las mariposas" deeee... yo que sé, vaya, pero no me digáis que el vídeo no es lo más cursi maravilloso que hayáis visto. Yo ha sido ver medio minuto y tener que inyectarme 2 plumas de insulina. En fin, que de esta canción también guardo un buen recuerdo. Cantada y versionada por mi padre, claro está (Pitbull está negociando con él para hacerle un "Grandes éxitos").


- "Lamento boliviano", de un tipo que no me extraña que la canción se llame así, porque es mirarlo y lamentarse (sorry, no he podido colgar el vídeo en el que sale). Esta, aunque sea relativamente moderna, ya es otra de mis canciones odiadas para siempre para forever. Preguntaréis de nuevo: ¿por qué, alma de cántaro? ¿acaso estabas de perreo con un apuesto joven llamado Jonathan cuando apareció una voluptuosa moza llamada Jessi y te lo robó de mala manera mientras sonaba esta canción de fondo? Pues no, siento romperos la ilusión de una Kapowski con pasado cani (no he sido nunca cani, me limito a haber sido y ser una chunga a secas). No la odio por nada en concreto. ¿Pero hace falta algún motivo? Yo que sé, para mí es una canción odiosa. Y punto en boca.


- Y ya por último y -por ello- LO MEJOR: "Bibí", de un tipo llamado Manolo Díaz, aunque yo mantengo mi teoría de que fue mi padre quien la compuso. Me ha costado lo suyo encontrarla, ya que aunque mi padre me introdujo con técnicas de control mental avanzado la letra en mi hipocampo, parece ser que es una canción de los años del franquismo (cuando todo era mejor, dónde vamos a parar... ¡qué coño, si vamos por el mismo camino!) y los familiares de las víctimas de la Guerra Civil se oponían a que saliera a la luz. No entiendo por qué. Ya podréis haberlo comprobado si habéis pulsado el play, y si no, no sé a qué narices estáis esperando. Cuando en mi tierna infancia oía a mi padre rapearla me pensaba que era broma, que se la estaba inventando o que iba hasta arriba de LSD (sí, en mi infancia abundaba el LSD por casa). Cuál ha sido mi asombro al buscarla y ver que, efectivamente, existe, aunque la parte del rap fuera obra y creación de mi ilustrísimo padre (chúpate esa, Eminem). Si ya la habéis escuchado, dadle al play de nuevo. De nada.

 Y ya está, por ahora. Si me centrara solamente en canciones que odio o adoro, no acabaría, así que me he limitado a colgar las que producen en mi un abanico de sensaciones auditivas y placenteras/displacenteras que ni el ambi-pur del baño de Pablito. Espero que os haya gustado y si no, me sentiré satisfecha de haber difundido el temazo de Bibí allende los mares (porque este blog es tolerante, multiétnico, multicultural, xenófobo e internacional por partes iguales, claro está).

Besitos, abrazos y palmaditas en el culo.



martes, 26 de junio de 2012

Nos vamos a pique

 Raro en mi, estoy actualizando a escasos días de la última entrada. Por un lado supongo que por la verborrea producto de la descarga tras la ansiedad de haber expuesto esta mañana una sesión clínica y por otro, y sobre todo, porque el panorama del presente y futuro sanitario me parece alarmante. No me gusta hacer demagogia, ni eso de escribir sobre el tema porque está de moda quejarse porque sí. De hecho, nunca me he metido en estos temas; me considero apolítica, en el sentido de que, sinceramente, nunca me ha interesado esto (sí, sé que no debería ser así) y, siendo más sinceros aún, tampoco entiendo de ello como para tratar el tema en profundidad. De lo que sí que puedo hablar es de cómo me afectan los cambios que se están produciendo, tanto a nivel personal como a lo que veo y vivo con los pacientes en mi día a día.

 Comenzaré hablando de los famosos recortes en el sueldo que estamos sufriendo el personal sanitario (sé que otros trabajadores también, pero ya he dicho que me voy a centrar en lo que puedo tratar desde mi punto de vista). En mi caso y por suerte, no tengo problemas a nivel económico. Pero no porque cobre un sueldazo precisamente, cosa que ya he discutido en alguna que otra ocasión con amigos y conocidos que me sueltan de cuando en cuando la típica frase de "los médicos estáis montados en el dólar". No, si no estoy en una mala situación es porque, por suerte, mis padres continúan trabajando o cobrando la jubilación respectivamente (con sus respectivos recortes también, faltaría más) y porque no tengo necesidad de hacer gastos excesivos en mis circunstancias vitales actuales. A esos amigos, conocidos y lectores variopintos que repetís la dichosita frase de la maravillosa situación económica del médico, os detallo: mi sueldo base es de unos 1100 euros. Todos los meses me descuentan (hacienda, impuestos varios que no sé de donde sacan y Rita la Cantaora, cosa totalmente sinsentido porque, que yo sepa, ni soy muchimillonaria ni dispongo de tierras y fincas a lo largo y ancho de la campiña andaluza) unos 300 euros, con lo que mi sueldo base realmente es de 800 euros. Oh, sí, es posible: soy médico y no soy ni mileurista. Si cobro como para vivir es gracias a las guardias, y eso haciendo unas 5 al mes. "Pero, ¡por dios santo! -habrán exclamado esa chusma denominada clase política- ¿cómo vamos a permitir que un joven, después de 6 años partiéndose los cuernos estudiando, otro año re-partiéndoselos para el MIR y otros 4-5 años de especialidad cobre como para vivir dignamente? No, no. Esto no puede ser". ¿Solución? Aparte de reducirnos un pico considerable el sueldo (un tanto por ciento curioso de lo que cobramos por guardia, que, repito, es en la mayoría de las ocasiones lo que nos "salva" el mes; reducción o eliminación de pagas extras, etc.), aparte de esto: nos limitan el número de guardias. En mi hospital, a la mayoría de especialidades nos las han limitado a 5 al mes. En el caso de los residentes de Medicina de Familia, a 4. Y ahora que alguien me diga cómo uno de estos últimos se paga con ese sueldo vivienda, comida, transporte, y, probablemente, tenga que contribuir con la familia (porque, recordemos: muchos de nuestros papis y mamis están en paro... y nosotros tenemos ventitantos o treintaypocos, ellos con cincuenta lo tienen más crudo). Por supuesto, a cambio de esto nos ofrecen un regalito: aumentar el número de horas de trabajo. Así, si tenemos que hacer tardes o sábados como jornadas laborales normales y después tenemos guardia, éstas nos las pagan en menor cantidad ya que las horas de "guardia de sábado" serían menores.
 Voy a continuar rompiendo una lanza a favor de los Médicos de Familia y los residentes de esta especialidad. Por si no lo sabéis, tanto en mi área hospitalaria como en otras han sustituido, en muchos casos, en las guardias de Centros de Salud de los pueblos a algunos Médicos de Familia por residentes. ¿Por qué? Pues porque les sale más barato, claro está. ¿Y en qué se traduce esto? Pues en un aumento en la tasa de paro de los médicos que han finalizado esta especialidad y a los que ya no contratan para cubrir esas guardias y en que, en mi opinión (aquí algunos podéis estar en desacuerdo... bueno, aquí o en cualquier parte de mis parrafacos) la asistencia sanitaria se resiente. No es lo mismo que te atienda un R2 de familia a que lo haga un médico adjunto. Al R2, de lógica, por falta de experiencia y de conocimientos, se le escaparán más cosas y se verá obligado en más ocasiones a derivar al paciente a las Urgencias del Hospital, con el consiguiente colapso de las mismas. Y tenemos la pescadilla que se muerde la cola: a más derivaciones, más colapso y peor asistencia al paciente.

 Y ya, ya... lo siento porque, aunque nunca me he considerado fina y delicada en mi lenguaje, ahora voy a ser directamente soez: "señores" políticos, ustedes y los de su calaña han producido en mis órganos genitales una transformación a mis 26 añitos de edad. ¿Qué por qué? PORQUE ME ESTÁN TOCANDO USTEDES LOS COJONES.

(¡Dra. Kapowski! Póngase usted una ampollita de haloperidol y tómese un depakine, que está perdiendo las formas, buena moza)

¿Y a qué viene semejante frase, semejante vulgaridad que supone una fea mancha en este mi wonderful y divino blog? Pues porque voy a hablar ahora del tema que no me toca a mi directamente, pero sí que toca a la gente con la que trato día a día y que son, por desgracia, los más perjudicados: los pacientes.
 Hace unos meses leí la noticia de que la viceconsejera de Sanidad de Madrid comentó que los pacientes crónicos no deben favorecerse de la Seguridad Social. Señora viceconsejera, en mi vida le he deseado el mal a nadie, pero con usted voy a hacer una excepción: me gustaría verle dentro de unos 20-30 años (suponiendo que ronde usted los 40-50 ahora) padeciendo cualquier tipo de dolencia crónica que requiera de cuidados continuos y que, por avatares del destino, no tenga usted el dinero suficiente como para pagarse una residencia o una asistencia sanitaria privada (que es, por supuesto, lo que están buscando ustedes). ¿Qué hará usted entonces, señora viceconsejera? Quizá la Ministra de Sanidad, Ana Mato, le pueda ayudar.  Ayer mismo leí la noticia de que nuestra ministra ha hecho las siguientes declaraciones: "sacaremos del vademecum aquellos principios de escaso valor terapéutico que se puedan sustituir por algo natural". Claaaaro, buena mujer. Y ya puestos, una vez publique ese vademecum, adjunte usted unas páginas amarillas con las direcciones y teléfonos de los mejores curanderos y chamanes de cada provincia, por si las moscas. No sé, supongo que ya que predica tanto usted con el naturismo, la próxima vez que vaya al hospital yo que sé, por una quemadura en un brazo, le podamos tratar con una mezcla de jaramagos y cardos borriqueros de los que crecen en la parcela de enfrente de mi casa y le cantemos el "Sana, sana, culito de la rana". Yo creo que así se cura seguro, seguro.
 Retomo lo comentado por la viceconsejera de Sanidad de Madrid. Esta señora no es la primera (ni la última) en hacer este tipo de declaraciones, claro está. La queridísima (¡amadísima!, diría yo) presidenta de dicha comunidad ya ha recortado en cosas tan necesarias como el transporte de pacientes discapacitados físicos a centros de tratamiento y rehabilitación ("ea, y de premio para cuando hayas aprendido a bajar al Metro con tus muletas o silla de ruedas, te casco una millonada por un abonito de 10 viajes"). 
 No me considero una santa ni una maravillosa persona, ni sé siquiera si soy buena médico. Lo que sí sé es que me importa la gente, y me importan mis pacientes, ya que por desgracia son de los más desfavorecidos en todos los sentidos y los que, viendo lo visto, van a seguir siéndolo. No disponemos de recursos residenciales suficientes ni adecuados para pacientes con trastornos mentales graves y/o crónicos sin recursos sociales o familiares. Si sí disponen de familia -¡benditas familias!- que alguien me diga cómo va a tirar palante la típica abuelita de 70 años que ha cuidado toda su vida de su hijo esquizofrénico (caso frecuente) cuando le quiten su ayuda por dependencia (que YA se la están quitando, esto es una realidad). Y qué va a ser de ese hijo cuando esta fallezca... pues va a ser lo mismo que con los abuelitos con patología crónica que no puedan pagarse sanidad privada, como otros muchos pacientes psiquiátricos sin recursos y como otras muchas personas, enfermas o no, sin ningún soporte social: acabarán tirados por la calle muriéndose de hambre o de algo peor.

 Y mientras, por supuesto, ni la clase política gobernante, ni la oposición, ni ninguno de estos "personajes", por llamarlos de manera suave, hacen el mínimo intento o esfuerzo (¿acaso les supondría un esfuerzo?) de privarse de comilonas, viajes pagados, séquito, coches oficiales, pagas vitalicias, pagas extras sin sentido, dietas y demás. Me dan asco. O fatiguita seca, que dirían los queridos pacientes de mi área.

 Para concluir, decir que, por suerte, aún me quedan un par de años para acabar la especialidad. En este tiempo puede ocurrir, siendo optimistas, que las cosas cambien para bien. Pero, siendo realistas, no lo creo. Por ello, puedo aprovechar este tiempo para aprender un idioma en condiciones o perfeccionar los que más o menos manejo y largarme de este país, no sin antes escribirles una nota a toda esta gentuza diciéndoles: "Gracias a vosotros la población española puede compararse perfectamente con los dos hemisferios del mundo: mientras la riqueza la manejan los pocos de arriba, los de abajo, gran mayoría, se mueren de hambre. Ahí os pudráis"

sábado, 23 de junio de 2012

De sexo y muerte

(pero no a la vez, la necrofilia no es una de mis aficiones... todavía)

 Haciendo un breve -"breve"- descanso del estudio del uso de psicofármacos en embarazo y lactancia, me he decidido a escribir acerca de estos temas que me vienen rondando últimamente en la cabeza y, sobre todo, del por qué son los grandes tabús (¿tabúes?¿tabuses?) de nuestra sociedad. Porque, por muy liberales que aparentemos ser, la sexualidad parece ser algo prohibido de nombrar. Está ahí, claro, pero quien se atreva a hablar de ello algo más de lo considerado "normal" es tildado de depravado, pervertido o de estar más salido que Alfredo Landa en Mallorca. Y ya sobre la muerte, mejor ni hablamos... eso mismo: ni hablamos. Algo inexplicable teniendo en cuenta que se trata de dos de nuestros instintos más básicos.
 Pues eso, parrafaquer en 3, 2, 1...

Sobre la muerte. Desde hace un mes y pico estoy realizando la rotación por Salud Mental de Enlace (para quien no sepa de qué va: visitar y realizar seguimiento a pacientes ingresados en otras plantas distintas a Psiquiatría, sean pacientes con patología psiquiátrica o no), y, para bien o para mal, tenemos bastante contacto con el proceso de enfermedad terminal y muerte. Esto me ha hecho ser consciente del manejo que tenemos las personas de este tema y de las angustias que nos genera, tanto al paciente, como a su familia, como a los propios profesionales sanitarios. En mi vida, por suerte, no he sufrido muchas pérdidas de personas allegadas, aunque sé que tarde o temprano tendré que enfrentarme a ello. Con lo que sí he tenido un contacto más personal ha sido con enfermedades graves o de mal pronóstico, y ahora, viéndolo de manera retrospectiva, me doy cuenta de lo "prohibido" que estaba (y está) hablar de eso en mi casa. En concreto, el caso del que hablo es de varios familiares con enfermedad de Alzheimer: una ya fallecida, otra con la enfermedad avanzada y otro en fases iniciales. En el primer caso, era muy niña y ni me enteré. Sólo sabía que mi tía "estaba mala" y que cada vez podíamos ir menos a visitarla. En los otros dos casos, que "están ahí" ahora mismo... bueno, pues sé lo que les ocurre y en qué estado se encuentran, pero porque he preguntado directamente. En casa es algo de lo que no se habla. Por un lado lo entiendo: es una enfermedad grave, conocemos el pronóstico y cómo van a ir evolucionando. Hablar de ello implica tenerlo más presente y, por tanto, que duela más. Pero... ¿por qué tiene que ser así? Creo que sería mucho más sano el hablar abiertamente del tema, comentarlo entre la familia y que no sea algo que, como ya he dicho que sucede en mi caso, está ahí y no puede ser nombrado. Esa es mi situación, pero día a día veo muchas similares o bastante más dramáticas. No son pocas las ocasiones en las que otros médicos nos solicitan valoración para abordar este tema, ya sea a petición de la familia, del paciente o del propio médico. Y, en casi todas esas ocasiones, nosotros no hacemos milagros, llegamos con nuestra psiquivarita mágica y ¡tachán! alegría, jolgorio y confeti para todos. No, lo que hacemos sencillamente es dar un apoyo: dejar que el paciente y/o la familia expresen qué es lo que sienten, que lo pongan en palabras y darles a entender que esos sentimientos son normales y no deben guardárselos. La mayoría de las veces nos genera más angustia el cómo dar la mala noticia y la decisión de darla o no que la propia noticia en sí. Yo soy de la opinión de que todo paciente tiene derecho a conocer su diagnóstico y pronóstico. Por supuesto, hay excepciones: no sirve de mucho decirle a un abuelito demenciado y en fase terminal que le quedan 2 días de vida... probablemente los escasos momentos en los que esté lúcido esto sólo servirá para angustiarlo más aún. Pero eso: casos puntuales. En el resto de ellos, deberían saberlo. Saberlo y tener la oportunidad de expresar qué sienten, de llorar y de que alguien les permita llorar (¡a cuántos familiares/personal sanitario he escuchado decir: "¡pero no llores!"!) y de que se les permita también tener la oportunidad de dejar cerrados "sus asuntos": despedidas, reconciliaciones, últimos proyectos...
 Somos médicos, sí, y luchamos contra la muerte. Pero también debemos comprender que la muerte es una parte natural de la vida, y tenemos que hacer que los últimos días de una persona se vivan de la mejor manera y con la mayor naturalidad posible.

(esta última parte me ha quedado muy a lo monólogo de fin de capítulo de "Anatomía de Grey"... con la tirria que le tengo a la protagonista, ¡arg!)

Sobre el sexo (lo estabais deseando, eh, pillines?). La sociedad en la que vivimos varía entre la represión mojigata y la salidorrez, hablando en términos complejos psiquiátricos. Pongo nuevamente mi experiencia como ejemplo: yo me tiro hasta las farolas nunca he tenido una educación sexual propiamente dicha. Dos-tres charlas en el colegio e instituto, con sus risas de púberes-adolescentos granujientos de fondo y la típica señora haciendo la demostración poniendo un condón a un intento de molde de pene que más bien parece un plátano de Canarias (con manchas y todo... con este comentario parece que soy muy falo-exigente, ahora que lo pienso); en casa, nada. Ni la típica charla de las abejitas y la semillita. Para bien o para mal, desde que tengo uso de razón he visto porno leído todo lo que caía en mis manos, entonces en parte he aprendido por ahí y en parte por lo típico: las amistades, la tele, la Superpop y la Bravo (memorable ese apartado de "la postura de la semana", con posiciones que ni un acróbata del Circo del Sol untado en aceite podría hacer). Por suerte, creo que no tengo ideas extrañas en la cabeza sobre el tema, y no me importa hablar de ello abiertamente con quien sea. Esto sí que ha hecho que, con determinadas personas, me vea un poco cohibida por la actitud, comentarios o miradas de "tú lo que estás es más caliente que el queso de un San Jacobo". Repito lo que dije hace dos párrafos y tres cuartos: no entiendo por qué. ¿Qué hay más natural que el sexo? El no hablar de esto abiertamente da lugar a lo que he dicho: pasar de estar reprimido a estar depravado. Si en una casa se trata esto como algo totalmente prohibido ("¿que el niño se hace pajas? ¡atémosle las manos a la cama para que no se toque y no lo castigue el Señor!"), el adolescento en cuestión crecerá con la idea de que es algo malo y, cuando le llegue el momento de experimentarlo, o no sabrá qué hacer (ya que no conocerá su propio cuerpo) o lo vivirá como algo traumático o se bloqueará. En el lado contrario, pero por la misma causa: no se habla del tema en casa, pero ahí está internet y esas maravillosas series de instiputo tipo "Física o Química", donde te enseñan que lo normal a los 14 años es irte a una fiesta de petting después de haberte fumado 2 porros y bebido media botella de vodka del Mercadona tú solito. Y sí, claro, de cada 10 episodios entre orgías púberes, comas etílicos y violaciones consentidas introducen un episodio especial en el que, de repente (hasta el violador, oiga) todos están súperconcienciados y usan condón hasta para ir a un baño público. Insuficiente, en mi opinión. Tengo varios conocidos/amigos a los que les he escuchado la barbaridad de que se han acostado con alguien sin usar protección porque la chica en cuestión tomaba la píldora. Y no hablo de conocidos/amigos quinceañeros precisamente. Almas de cántaro: ¿sabéis todo lo que podéis pillar? Cuando les he respondido esto y les he aconsejado, en caso de que sean relaciones estables, que tanto ellos como sus parejas se hagan analíticas de ETS, me han puesto el grito en el cielo: "¡Como si mi maromo fuera un putero!", "Illa, ¿me estás diciendo que Menganita ha sido un poco guarra antes de estar conmigo?". ¡Que no, copón! Que no hay que ser un putón verbenero para padecer algún tipo de enfermedad de transmisión sexual. Y que por muy limpitos y sanos que seamos todos, no conocemos los hábitos ni el pasado de cada persona con la que ha mantenido relaciones nuestra pareja. Y si me alegan que el pedir lo de la analítica al novio/a es una muestra de desconfianza, mal vamos: ¿desconfianza por querer hacer las cosas bien? El día que yo vuelva a tener pareja estable (seguramente esto será el día en el que se acaba el mundo según los mayas) y éste me pida eso, lo haré tranquilamente (sobre todo sabiendo que soy un poco guarrilla)

 En fin, amigüitos lectores que, como yo, habéis hecho un "breve" descanso de vuestras tareas para leerme, concluyo esta entrada diciendo que, en mi opinión, la base de todo es la comunicación y el permitir expresarnos libremente, siempre sin hacer daño y teniendo en cuenta y respetando las opiniones del otro. Si las cosas se hablaran cuando deben hablarse, todos gozaríamos de una mejor salud mental, sexual y tendríamos la piel radiante (y por las mañanas estaríamos de un dicharachero que ni los del anuncio de All-Bran).

Besitos, abrazos y palmaditas en el culo.


lunes, 21 de mayo de 2012

Propósitos para el año (de residencia) nuevo: retrospecteando

 Pues aquí estamos, casi un añito después de firmar esa entrada en la que me proponía firmemente y con toda la buena intención del mundo (¡oh, bendita criatura!) cumplir una serie de objetivos durante mi segundo año de residencia. Para ir resumiendo y para todo aquel al que no le apetezca leerse la entrada completa lo digo ya: no he cumplido ni uno. Pero ni mijita. Así que, para los que habéis decidido continuar leyendo (sé que la decisión estaba difícil, seguramente os debatíais entre leer esto, la etiqueta del champú o la revista de Ana Rosa), os anuncio que las próximas líneas y/o parrafadas son básicamente una autocrítica destructiva. Pasen y vean.

- Propósito incumplido número uno: sacarme el carnet. Hice el intento, que conste. Me apunté, pagué e incluso fui a un par de clases. Pero de ahí no pasé. Uno de esos días me quedé mirando el test a medio suspender hacer que aparecía en la pantalla del ordenador, en silencio, pensativa, preguntándome que quién soy yo para privar de un sueldo y de nuevos ingresos a Tussam, Renfe, las compañías de taxis, los chóferes de los coches de caballos del parque de Mª Luisa. Así que recogí mis cosas, dije que iba a por tabaco y no volví. Fin de la historia.
 ¿Y ahora? Debería sacármelo, lo sé. Al menos antes de dos años, que es cuando supuestamente acabaré la residencia y cuando supuestamente pueden mandarme a un pueblo perdío de la mano de Dios a trabajar. Pero eso: dos años. Como decía Escarlata O'Hara: ya lo pensaré mañana (Loli del futuro: ódiame).

- Propósito -parcialmente- incumplido número dos: ir al gimnasio. Oh, una pequeña alegría. Sí que fui una buena temporada al gimnasio. Y me lo pasaba bien, oigan: me enchufaba mis cascos con música horrorosa (el escuchar el Danza Kuduro o a Pitbull mientras hacía ejercicio producían en mi un extraño estado de frenesí con el que pedaleaba, corría o abdominaba más y más... supongo que así intentaba que mis arcadas y demás sonidos agónicos ocultaran esa "música"), me entretenía viendo a esos tíos con más envergadura (amo esta palabra: en-verga-dura... oy qué cochina!) que altura, sudaba como un pollo (¿los pollos sudan?), e incluso un par de veces ligué (si es que se puede considerar ligar el que un tío se te acerque y trate de convencerte de que eres la hermana gemela desaparecida de su ex). Entonces, si todo era tan chachi piruli... ¿por qué dejé de ir? Supongo que por lo mismo que no cumplo prácticamente nada de lo que me propongo (de lo que propongo a la gente sí, ¡ojo! (ojete) sólo soy una mierda de persona conmigo misma). Porque soy una inconstante y me puede la desidia. En fin, con o sin gimnasio tengo un culazo (de cada 20 insultos tengo que dedicarme un piropo para evitar comenzar con conductas autolíticas).

- Propósito incumplido número tres: establecer una relación sexual amorosa con alguien que no tenga más patología mental que yo misma. Incumplido por parte doble, o triple si me aprietan: sigo soltera y cualquier intentona de relación que haya tenido en este tiempo se ha visto boicoteada por mi, por el susodicho o por todos mis compañeros, pero por mi primero. Cosa que no entiendo. Vale que tienda a lo ansioso-depresivo con fluctuaciones hipomaníacas, que sea una desordenada, que no sepa cocinar, que me levante con cara y pelos de Robert Smith... pero también tengo mis cosas buenas: tengo mi antes mencionado culazo, me sé muchos chistes de "Se abre el telón..." (y algunos hasta tienen gracia), tengo un blog en el que me dedico a escribir chorradas, me muerdo las uñas con arte y maestría (fijaros en ellas cuando me veáis, ¡nadie se cree que sean mordidas! <- se supone que esto es algo positivo), sé tocar esta canción con la flauta dulce, y suelo hablar de amputaciones y purulencias mientras como (todo lo antes mencionado es un copiaypega de mi perfil en Meetic). En serio, no me explico por qué sigo soltera. 

- Propósito incumplido número cuatro: estudiar en serio. Bueno, a ver, esto tampoco está totalmente incumplido. Lo que pasa que, en serio en serio, poco. Digamos que soy autodidacta, que queda más bonito que decir que soy floja.

- Propósito incumplido número cinco: ser más ordenada. Aquí no iba a comentar nada, sólo iba a limitarme a echar una foto a mi cuarto y colgarla, pero la cámara ha explotado cuando he hecho el intento. Creo que no existen los megapíxeles suficientes en el mundo para captar tanto desastre.

- Propósito incumplido número seis: coordinar vida laboral-vida ociosexosocial de manera sana y armónica. Después de este año soy más consciente de que lo sano, armónico y equilibrado no es para mi. Además, ¿de qué iba a vivir mi psiquiatra si fuera así? Si al final hago las cosas (o no las hago) pensando siempre en los demás...

 Y bueno... ya vamos llegando al final de este deleite narrativo que supone el autoinsultarme. Para quien no lo sepa, estoy ya empezando mi tercer año de residencia, así que supuestamente -supuestamente- debería empezar a plantearme en serio un cambio en mi rumbo existencial. ¿Que qué cambio es ese? Pues no voy a prometer ni prometerme nada. Por un lado, porque -a pesar de que sé que habréis disfrutado like a female dog- no quiero mirar atrás dentro de un año y ver qué no he cumplido nada (ojos que no ven...) y por otro, y ya en serio, porque de palabras bonitas no vive nadie, y por mucho que yo escriba, me diga o trate de autoconvencerme, si no tengo la intención y el deseo de empezar a mover las cosas para cambiar para bien, no servirá de nada. Por suerte, y poquito a poco, algo se está empezando a mover dentro de mi (aparte de la tenia que tengo alojada en el colon ascendente y el alien con cara de Jordi Pujol que estoy gestando). Iremos viendo el interesante giro de acontecimientos que puede producirse en mi vida en breve (qué manera de acabar la entrada, al más puto estilo cortinilla-enganche del Tomate).

Besitos, abrazos y palmaditas en el culo.