lunes, 25 de abril de 2011

Un cuento

 (del epílogo de "Vivir es un asunto urgente",
de Mario Alonso Puig, cirujano y conferenciante)


 En una ocasión, el señor de las Tinieblas convocó en su tenebroso palacio a los más encarnizados enemigos del hombre y se dirigió a ellos de la siguiente manera:

- Llevo miles de años intentando destruir al hombre, acabar con su existencia. Para ello he creado todo tipo de conflictos y guerras, pero cuando parecía que al final lograba lo que tanto anhelo, aparecía Él y evitaba que el ser humano desapareciera de este planeta. A veces aparecía disfrazado de sonrisa, otras de una mano amiga e incluso a veces de una simple palabra de consuelo; sin embargo, a mí nunca me engañó porque siempre supe que tras los mil disfraces se ocultaba mi más temible enemigo, el Amor. Entregaré la mitad de mi reino a aquel de vosotros que me traiga el cadáver del Amor entre sus brazos.


Murmullos y aullidos se escucharon en aquel salón oscuro. De repente, uno de aquellos siniestros personajes se abrió paso a golpes entre la multitud, se postró ante el Señor de las Tinieblas y gritó:


- Gran Señor, yo soy quien te traerá el cadáver del Amor entre mis brazos, ya que yo soy su enemigo natural, el Odio.


Al oír aquellas palabras, el Señor de las Tinieblas respondió entusiasmado:


- Ve, amigo mío. Haz mi sueño realidad y gozarás de la mitad de todo mi reino.

 
 En una esquina de aquel salón, oculto tras una columna, un personaje vestido de negro y con un gran sombrero que le tapaba el rostro, esbozó una extraña sonrisa.

  El Odio partió ante la envidia de muchos. Los años pasaron y el Odio regresó cabizbajo y ante el Señor de las Tinieblas manifestó su incomprensible derrota:


- No lo entiendo, gran señor, he creado desavenencias, malentendidos y todo tipo de agravios y, cuando parecía que mi triunfo estaba cercano, aparecía Él y al final todo lo suavizaba, todo lo arreglaba.


  Tras el Odio fueron la Pereza, la Rutina, la Desesperanza y muchos de los peores enemigos del hombre y, sin embargo, todos ellos al final fracasaron. El Señor de las Tinieblas, al ver que ninguno de aquellos seres era capaz de lograr lo que él tanto anhelaba, cayó en una depresión profunda, hasta que súbitamente se abrió paso entre la multitud aquel silencioso personaje que vestía de negro y tenía un sombrero que le tapaba el rostro. Con gesto altivo se dirigió al Señor de las Tinieblas:


- Yo soy quien te traerá el cadáver del Amor entre mis brazos.


El Señor de las Tinieblas lo miró con desprecio y se dirigió a él con desagrado:


- Todos antes que tú han fracasado, y tú, a quién ni siquiera conozco, pretendes triunfar. No me importunes, estás perdido.


  Aquel extraño personaje se apartó y partió. Pasaron los años y un día, de repente, se presentó ante el Señor de las Tinieblas con el cadáver del Amor entre sus brazos. El Señor de las Tinieblas pegó un salto y se incorporó incrédulo ante lo que contemplaban sus ojos:


- Lo has logrado, has conseguido lo imposible. Tuya es la mitad de mi reino. Pero, amigo mío, por favor, antes de partir dime quién eres.


Aquel personaje se quitó solemnemente su gran sombrero, y con un susurro que, sin embargo, hizo temblar a todos los presentes, dijo:


- Yo soy el Miedo.


1 comentario:

  1. ¿Sabes que conforme lo iba leyendo, y por la caracterización (similar al hambre de los cuatro jinetes del apocalipsis) pensaba que iba a ser la economia?
    Tengo que ver -aún menos- las noticias, que matan la poesia.
    Un saludo.

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